Imagínese que un día va a un concesionario. Un señor con corbata apretada se acerca y le dice: "Está en el lugar adecuado para comprar un coche. Ha de saber que la carretera es peligrosa. Hay gente mala que se salta semáforos, conductores camicaces, miles de muertes cada año. Además, puede tener un golpe de chapa al intentar aparcar su vehículo. Lo más probable es que le roben la antena de la radio, los tapacubos, si es que no le destrozan la cerradura para extraerle la radio. Ojito con las multas. Y ojito también con la gasolina, que está carísima (por no hablar del seguro). Tenga presente que conducir es una actividad estresante. Puede cambiarle la personalidad al ponerse al volante. Cada mañana tendrá que sobrevivir a un atasco. Por cierto, suerte para encontrar aparcamiento.
Eso es lo que encuentro cada día cuando leo webs, blogs y twitts de profesionales que ofrecen servicios (y reflexiones) sobre 2.0. Alertan de los peligros para la reputación (rayos!). Hablan de los riesgos de perder el control (truenos y centellas!). Todo gira alrededor del miedo. ¿Hay que crear necesidades (solamente) a través del temor? Queridos compañeros (camaradas, gritad conmigo) hay vida más allá del miedo. Hay otras cosas que contar (y hacer) en el 2.0, 3.0 o lo que venga (que ya no nos acordamos de Second Life).
Además de gestionar las peligrosas curvas de los medios sociales y poner a salvo la reputación, se puede construir. Ese es mi lema de hoy. Intentaré ver de forma positiva el 2.0. Por supuesto, tendré presentes los peligros, riesgos (atascos, accidentes y robos). Pero a partir de ahí, pensaré en algo más que pueda aportar al 2.0 ("mejor póngame un 3.0" Vicente del Bosque dixit).
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